miércoles, 13 de julio de 2016

Elementos: las piedras angulares de la magia.

Conocer y entender los elementos es lo más básico en el arte de la brujería y es esencial para hacer magia. Casi todos los factores de los que se compone se relacionan con estos elementos de una manera o de otra. Aunque se pueden hacer algunos hechizos sin necesidad de comprender su funcionamiento, tales encantamientos suelen ser menos efectivos y/o actúan con menos previsión o no lo hacen en absoluto.

Los elementos a los que me refiero no son los de la tabla periódica, sino los atributos básicos de las fuerzas de la naturaleza y de la Tierra. Son, por tanto, el Aire, el Fuego, el Agua, la Tierra y el Espíritu. En sus muy distintas formas son aspectos del ecosistema de los que surge toda la vida y que influyen sobre nuestra existencia.

  • El Aire es el viento; desde la brisa veraniega más gentil a los huracanes y tornados que arrasan el planeta. Todos los seres vivos necesitan respirarlo de alguna manera. 
  • El Fuego es el calor y la luz que emanan del Sol, así como las llamas que alumbran nuestros hogares o las que se propagan salvajemente y asolan lo que encuentran a su paso como lo haría un incendio en un bosque. La vida, por supuesto, necesita la luz y el calor para sobrevivir
  • El Agua abarca desde una simple ducha hasta un aluvión, así como los arroyos, los ríos, los océanos o los mares en calma o sumidos en la peor de las tempestades. En su estado más brutal es el tsunami o la violenta marejada. Y, desde luego, todas las formas de vida necesitan el agua para sobrevivir.
  • La Tierra son las rocas, las piedras, los guijarros y los minerales, además de la arena en la que subsisten diversas criaturas; pero es también el terremoto que puede extinguirnos. Es el medio en el que crecen las plantas y un agente fundamental en la cadena alimentaria.
  • El Espíritu es la divina y misteriosa chispa de la vida; la diferencia entre algo que vive, crece y se reproduce o lo que yace quieto e inerte. En esta publicación me centraré, sobre todo, en cuatro de los cinco elementos: Aire, Fuego, Agua y Tierra. En el pasado, los seres humanos solían pensar que estos elementos influían y controlaban todos los aspectos de la vida cotidiana, que determinaban si habría comida suficiente y si las personas prosperarían o no. La carencia o exceso de los mismos traía consigo una gran hambruna y la posibilidad de vivir o de morir. Es evidente que todavía pueden hacerlo; basta con mirar un telediario para ver los efectos de los huracanes, de los incendios en los bosques, de la sequía, de la hambruna, de los terremotos, de los corrimientos de tierras, de los tsunamis y otros efectos que prueban que puede haber una superabundancia o una carencia manifiesta de cualquiera de estos elementos. El quinto, el Espíritu, es lo que diferencia lo que está vivo de lo que no lo está, y posee también un matiz divino que guarda una relación directa con la Diosa y con el Dios. El capítulo que le he dedicado se centra en las diosas y en los dioses, y en las maneras en las que puedes llegar a comprender qué son exactamente. Entre tanto, imagínalos a tu antojo.


En la brujería, y en otros credos, los elementos no son sólo las fuerzas físicas de la naturaleza; también forman parte de nosotros. El Aire simboliza nuestro pensamiento, esa parte de nosotros que reflexiona; es además nuestra respiración y el sentido del olfato. El Fuego se convierte en el entusiasmo y las pasiones, en esos sentimientos enérgicos que nos sobrecogen y que nos obligan a actuar o a reaccionar, en el latido del corazón y en el sentido de la vista. El agua encarna nuestras emociones, la alegría, la risa, la pena y las lágrimas. Es la sangre que corre por nuestras venas y el sentido del gusto. La Tierra equivale a nuestra forma física, al cuerpo y al sentido del tacto. El Espíritu es una parte inmaterial de nosotros mismos a la que también podríamos llamar el sentido del ser o el alma.

Los elementos están presentes y vinculados a otros aspectos de la vida: a la hora del día, a la estación del año, a la edad de una persona e incluso a la dirección de la brújula. El Aire, que siempre debe ocupar el primer lugar, representa y lo representa la mañana, la primavera, la juventud y el Este. El Fuego es la tarde, el verano, la edad adulta y el Sur. El Agua es el crepúsculo, el otoño, la madurez y el Oeste.

La Tierra es la noche, el invierno, la senectud y el Norte. El Espíritu los abarca a todos ellos. Los elementos forman parte de lo que hacemos a diario. El Aire es la idea y el proceso de reflexión que nos lleva hasta ella. Por eso este elemento ocupa el primer lugar, pues conviene que meditemos nuestras acciones antes de llevarlas a cabo. El Fuego personifica el entusiasmo que nos hace desear transformar nuestros pensamientos en actos. El Agua podemos interpretarla como nuestro bagaje sentimental. La Tierra viene definida por lo físico que hace acontecer las situaciones. El Espíritu es la chispa que da la vida, esa parte de nuestro ser que contagiamos a todo para hacerlo especial y nuestro.

Los elementos son también la base sobre la que se apoya el Círculo de las Brujas. Cada uno de ellos se llama o invoca con un propósito y se ordena en el cuarto que le corresponde del compás, esto es:
Aire al este
Fuego al sur
Agua al oeste
Tierra al norte
El Espíritu es, a la vez, la Diosa y el Dios, el ser
y también el núcleo del Círculo y toda su circunferencia.

En ocasiones utilizamos colores para representarlos. Así, el amarillo se corresponde con el Aire, el rojo con el Fuego, el azul con el Agua y el verde con la Tierra. No obstante, pueden emplearse otras combinaciones cromáticas. Para crear un buen hechizos, primero tienes que concebir la idea (Aire), a continuación pensarás en ella con entusiasmo (Fuego), después te involucrarás sentimentalmente (Agua) y, por último, la llevarás a cabo (Tierra), eso sí, tendrás que poner una parte de ti para que eso suceda (Espíritu).

Sus atributos demuestran lo importante que son los elementos, tanto en la vida cotidiana como en la brujería, pues no son sólo fuerzas muy poderosas de la naturaleza, sino que también están en contacto con todos los aspectos de la existencia y de nuestro interior. Para crear magia es esencial que los conozcas y los entiendas y, por supuesto, también todo aquello con lo que están relacionados. Si pretendes que la magia actuel de la manera que deseas, tienes primero que ser capaz de manejar las energías tanto desde el interior como desde el exterior. El primer paso para conseguirlo es experimentar de forma activa con los elementos de la naturaleza.

Al entrar en contacto con estos aspectos de la naturaleza, probablemente cambiarás la relación que tenías con ellos. Así, mientras aprendes qué papel desempeñan el Aire y el Agua en el círculo de la vida, también comprenderás lo necesaria que es la lluvia y las tormentas y, por tanto, te será más fácil soportar el mal clima. Es posible que incluso acabes disfrutando sus muy diversas variaciones. Muchas brujas dedican cierto tiempo a experimentar y a regocijarse porque además son capaces de extraer energía de ellos.

Después de percibir los elementos en la naturaleza, tendrás que aprender a reconocerlos en tu interior. Como ya dije antes, cada uno de ellos tiene un equivalente dentro del ser humano:
El Aire es el pensamiento, el Fuego la pasión, el Agua la emoción y la Tierra representa nuestra parte física. 

Es fundamental que sepas cómo funcionan dentro de ti, el modo en que transforman tus sensaciones, cómo te afectan en la vida y te hacen reaccionar frente a los demás. Si el Aire o el pensamiento es el elemento dominante, pasarás demasiado tiempo abstraída y no llevarás nada a la práctica. Si lo es el Fuego o la pasión, actuarás sin pensar en las consecuencias; la ira o un amor desmesurado te pueden, por ejemplo, ¡obligar a hacer cosas que luego lamentes! Cuando son el Agua o las emociones las que te controlan, tenderás a llorar o a reír con facilidad, aunque el lugar o el momento no sean los indicados para ello. Y si estás demasiado centrada en el plano físico o en la Tierra, no podrás dedicar atención a otra cosa, de la misma manera que un dolor de muelas hace imposible pensar en algo más.

Como las energías de los elementos son un factor fundamental para hacer magia, resulta indispensable que comprendas el equilibrio que debe existir en las que tienes dentro. Deberás ajustar cualquier desequilibrio antes de intentar practicar la magia, porque, de otro modo, los resultados podrían no ser los deseados. Si, por ejemplo, intentas lanzar un hechizo y en ti predomina el Aire, dedicarás demasiada energía a repasar mentalmente el problema pero no te involucrarás personalmente en la tarea.

Pero si falta, entonces no recapacitarás y seguramente te salga mal. Cuando el Fuego es excesivo, corres el peligro de dejarte llevar, por ejemplo, por la ira ¡y lo lamentarás después! Pero si careces de él, no contarás con la fuerza de los sentimientos y, por tanto, la magia no se transformará en una acción. Se es el Agua o las emociones las que gobiernan tu voluntad, te será imposible centrarte en cualquier otra cosa que no sean los sentimientos, y tus hechizos seguramente no lleguen a nada.

Sin embargo, si las emociones no están presentes, entonces no podrás aportar tu esencia personal. Por otro lado, al brindarle una importancia excesiva a la Tierra, canalizarías toda tu energía en los utensilios que se emplean en la magia, como las velas, etc., en lugar de procurar que ésta funcione. Pero sin ella no conseguirás hacer nada. Todo esto sería mucho más sencillo de entender si estuvieras permanentemente en contacto contigo misma. No obstante, cuando dejas atrás la infancia, se te dice que debes aprender a reprimir tus sentimientos, a no demostrar que estás furiosa y a no llorar abiertamente. Aprendes incluso a suprimir algunas de tus necesidades físicas; a no comer sino es el momento adecuado, a vestirte con cierto tipo de ropa aunque esta te resulte incómoda… Por todas estas razones es fundamental que dediques tiempo a aprender a reconocer tus sentimientos por lo que son en realidad, en ligar de ocultarlos detrás de lo que te gustaría que fueran.

Los elementos no sólo influyen sobre las personas; todo en el mundo está vinculado a ellos o por ellos. Recuerda que tienen una relación directa con las horas del día, las estaciones del año e incluso con la edad del ser humano. Es por eso que puedes sentir y utilizar sus energías en todo lo que hagas. Si quieres, por ejemplo, planear algo, entonces puedes invocar al Aire. Por otro lado, si lo que necesitas es relajarte, lo que te vendría bien sería rodearte de las influencias que acompañan a la Tierra.

En la magia, los elementos son las piedras angulares del Círculo, de la magia y de los hechizos. El primero es, por un lado, nuestro Espacio Sagrado, como lo sería una iglesia o un templo en otros credos. Pero no es sólo un lugar donde se trabaja, sino que su creación influye directamente en lo que acontecerá en el interior. Tiene además un propósito específico que está relacionado con la práctica de la magia. Nos brinda un área protegida y a la que no pueden acceder ni las energías negativas ni cualquier otro tipo de distracción. Contiene la fuerza a la que recurrimos para realizar nuestros hechizos y que luego liberamos para obtener los resultados deseados. Su objetivo, sin embargo, es reunir los cinco elementos de tal forma que podamos sumar las energías de todos ellos; tanto de los que están en el exterior, como de los que tenemos dentro.





































Fragmento del libro: Wicca, el verdadero arte - Kate West.

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